A PROPOSITO DEL DIA DEL NIÑO
Entre Chilpayates, chamacos, chinos, chibolos y
sipotes, una historia que todos llevamos por dentro.
El vocablo niño tiene una profunda connotación en América
Latina, porque a diferencia de otras partes del mundo el ser niño representa un
papel fundamental en nuestra cosmovisión. El término niño proviene del latín
infant, que significa el que no habla y como tal, se ha acuñado
la cultura de soslayar la palabra u opinión del niño en el seno familiar y en
la sociedad y esto se extiende largamente hasta la juventud, donde se tiene por
cierto que el joven es inexperto, sin criterio o falto experiencia, por tanto se
discrimina o ignora el aporte que puedan ofrecer.
Sin embargo en la cultura pre-hispánica e hispánica los
niños han tenido un rol fundamental en lo social, lo económico y lo religioso. Podemos
mencionar por ejemplo que hay registros de sacrificios humanos, de niños o niñas,
ofrendadas a dioses, de niños puestos al servicio de sacerdotes católicos y
pastores evangélicos, como si la pureza de un niño vitalizara el vínculo con
sus dioses y fortaleciera sus propias prácticas o cultos. Hasta el día de hoy se utiliza la vulnerabilidad del niño como una herramienta de castigo o poder,
como es el caso de niños migrantes que son separados de sus padres, maltratados
y dados en adopción sin ningún amparo legal como un acto de venganza o persuasión.
Niños que son víctimas de tráfico humano, para adopción, para tráfico de órganos
o para explotación sexual. Es decir la niñez representa un preciado botín, un
tesoro con el cual se puede negociar impunemente.
No voy a referirme a estadísticas, tan solo quiero
poner en perspectiva que la niñez en América Latina es muy distinta a la de países
desarrollados, ser niño en América Latina representa un peligro constante y un
camino lleno de dificultades, retos y sobre todo grandes necesidades. En América
Latina un niño no tiene el privilegio de ser niño, ya que a muy temprana edad
se le asignan responsabilidades o tareas, y muchas de ellas son extenuantes. Sus
actividades van desde el cuidado de animales en el campo, el recojo de las
cosechas, el acopio de leña y el pasto, la ayuda en la siembra, el pastoreo, la
venta de productos en las calles de las ciudades, el lustrado de zapatos,
limpieza de vehículos, el trabajo sexual, lo cual deja poco o nada de tiempo
para la escuela o el aprendizaje y además de secuelas permanentes, cuando no,
la muerte. En América Latina es muy común ver niños trabajando en el campo o en
la ciudad, no hay una ley que lo prohíba o los proteja, y si la hay, no hay cómo
implementarla porque esa parece ser la norma.
Las estadísticas pueden variar de un día para el
otro, pero siempre apuntarán a que existe un grave problema en torno a la niñez,
además existe un grave problema de conducta de parte de los adultos que tienen
esa proclividad al abuso de niños. A menudo son descubiertas bandas de pedófilos,
de traficantes de menores, al punto que ese mal parece estar en nuestros genes.
Hace poco nos conmovió Greta Thunberg, niña
ambientalista que está luchando contra el calentamiento global y al parecer el
significado de niño, el que no tiene
voz, irá perdiendo vigencia, porque ya nos han demostrado que sí pueden tener
voz y una voz contundente.
Por eso debemos reparar el vínculo que nos une a
ellos, traerlos a la mesa y consultarles, respetar sus espacios, valorar sus
opiniones y construir un mundo más seguro para ellos, también los gobiernos están
en la obligación de pasar de la teoría a la práctica destinando recursos que
aseguren el bienestar infantil.
En el mundo se celebra el día del Nino el 20 de
noviembre fecha propuesta por la Organización de las Naciones Unidas en conmemoración
de la Declaración de los derechos del Nino en 1959, pero en México se celebra
el 30 de abril siguiendo los acuerdos de la Convención de Ginebra, después de
la primera guerra mundial, para proteger los derecho del infante, eso fue
durante el gobierno de Alvaro Obregón y la gestión del primer Secretario de Educación
Publica José Vasconcelos. Y es en México donde hay una variedad de términos para
referirnos a los niños, por ejemplo, Huerco,
que proviene de Orcus, que es el dios del infierno en la mitología romana e
itálica, lo que significaría “niño del diablo”. Huache o Guache, que es la españolización de uatzin (pequeña ave de
presa). Escuincle, lengua náhuatl Itzcuintli
que significa perro sin pelo. Chilpayate
que proviene del náhuatl tzipilyatl (niño llorón o niño de brazo). Chamaco, que también proviene del náhuatl
chamahua que significa elote, utilizado ampliamente en el caribe y particularmente
en Cuba. Existen otros términos como Morro,
de los cuales se sabe poco o nada sobre su origen.
Al otro extremo del continente, en Argentina se les
dice, Pibe, en Uruguay se les llama Guri a los niños y Guaina (términos guaraníes)
a las niñas o también Botija. En Paraguay los llaman Mitai, significa niño en lengua guaraní. En Colombia se les llama,
Chino, pelado, guambito o sardino lo cual hace referencia a la apariencia del niño.
En Venezuela, Chamo, en Chile cabrito, en Guatemala, patojo, aunque es muy común
en Centro América el uso de varios términos, como chillin, cipote o sipote,
chavalo y en Perú también existe una variedad de términos, desde el más común,
chibolo o mocoso, calato y churre, término usado en el norte del país, específicamente
en Piura y el cual aparece en el relato Los Jefes del premio nobel de
literatura Mario Vargas Llosa.
Angel F García Núñez
New York, 30 de abril, 2020.
Comentarios
Publicar un comentario