MEMORIAS DE CEMENTO: Una aproximación a la Lima del Movimiento Kloaka.
Memorias de
cemento: Una aproximación a la Lima del movimiento Kloaka
La producción literaria
es sin lugar a dudas el reflejo genuino de la convulsión social, pero en ella
no hay un recuento riguroso de los hechos como lo haría la historia, ni un análisis
exhaustivo como lo ejerce la sociología, sino un acto antropológico, forense,
guiados por códigos internos que solo conocen y aplican quienes destacan en
este medio.
De esta manera,
la sociedad aporta una cuota fundamental y quizá la más importante en la creación
o es tal vez la única razón por la cual el escritor o poeta, el artista plástico
necesita crear o expresar, pero además, no es un ente solitario, aislado de los
demás, sino que tiende a asociarse, a reunirse de manera generacional, por ello
el camino de nuestra historia está construido por verdaderos ejércitos
literarios diferenciados unos de otros, no tanto por la edad cronológica de sus
integrantes, como por los acontecimientos o circunstancias en torno a los
cuales se formaron.
JULIO ALEXIS
LEON, es un intelectual y estudioso, precisamente, de esta parte o característica
de la literatura, quien en su libro de reciente publicación Arena, Asfalto y memoria: Kloaka 1982-1984,
pone en nuestras manos un testimonio verídico de lo que venimos anunciando
en esta nota, la creación literaria como resultado de los acontecimientos
sociales.
Al leer el libro
es inevitable experimentar la sensación de que esta historia ya la conocíamos, por
eso debo referirme brevemente al libro ESTOS 13 de José Miguel Oviedo, donde el
autor tiene la sagacidad de seleccionar a un grupo de poetas novísimos de la década
de 60, y mostrarlos como lo más representativo de esa generación. León hace lo
propio con “estos nueve” del Movimiento Kloaka.
Volviendo al
tema social y político, ¿Cuáles eran las razones urgentes que movilizaban a
este u otros grupos? En 1969 Mario Vargas Llosa (quien pertenece a la generación
del 50) publica su obra maestra, Conversación en la Catedral, ubicada en los
tiempos de la dictadura de Manuel Odria, en 1968 una junta militar toma el
poder e inicia una transformación social profunda y surgen movimientos
literarios como Hora Zero, el cual Oviedo reseña de manera certera.
¿Qué estaba
pasando en Lima y en el Perú en 1982? Estábamos viviendo bajo la luz de una
incipiente democracia, bajo el texto de una Constitución Política que había sido
promulgada en 1979 pero que aún no terminábamos de leer ni de entender, porque
al parecer los derechos que allí se nos reconocían parecían no haber sido
inventados aun.
Lima, que no es
el Perú, ardía a fuego lento como el caldo de gallina ambulante de la avenida Nicolás
de Piérola (La Colmena) y libros de Marx, Mao y Lenin expuestos al Sol se vendían
como pan caliente. Los camiones entraban de madrugada por el Puente del Ejercito,
por la Carretera Central de Vitarte y el puente Atocongo atiborrados de
provincianos, todo el Perú estaba en Lima. La Lima aristócrata, remilgada,
cucufata, trataba inútilmente de retener ese proceso inexorable. Sendero Luminoso
ya había hecho su debut y el ambiente se había enrarecido por la incómoda sensación
de que alguien de observaba, de todas partes. Pero la vieja Lima se reinvento
para los nuevos limeños, o la reinventaron ellos con su creatividad infinita. Como
nunca antes se escuchaban saxos interpretando mulizas, o arpas cruzando el
Parque Kennedy a las tres de la mañana. Aparecieron los salsodromos y la
carretilla musical provista de una batería y altavoces de carro, el churro le
estaba ganando la batalla al sanguito en el tradicional Jirón de la Unión que
alguna vez fue de Valdelomar. Y el invento más pomposo de aquella época, el “pollo
broster” se había impuesto, como se impuso más tarde la Moda Gamarra. Pero ¿Por
qué hacer este recuento culinario y no hablar de cifras o hechos específicos? Porque
las sociedades hay que empezar a entenderlas a partir de lo que comen y lo que
escuchan. ¡Y también por lo que leen! Lima estaba inundada de toneladas de
publicaciones soviéticas que habían quedado como el rezago de la revolución del
General Velasco y se podía ir desde la Plaza 2 de Mayo hasta la librería El
Caballo Rojo, muy cerca de la antigua casona de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos y encontrar de todo, desde finísimas ediciones de Fiodor
Dostoievki a ejemplares perdidos de la revista Zeta. Allí surgió Kloaka, entre
esas calles perfumadas de sudor urbano, entre las meretrices de Caylloma y los dólares
falsos de Jirón Ocoña, entre las borracheras bárbaras del Wony y el Queirolo,
entre el pastel de crema chantilly del Kudan o el bistec del Rincón Tony. Esa Lima
ya no era la de Pizarro, tampoco la de Eguren, Prada o Valdelomar, sino la Lima
que Sebastián Salazar Bondy había descrito con bastante propiedad en Lima la horrible, y los poetas de esta generación
la habían asumido como tal. Por allí transitaron Santiváñez, Dreyfus, Novoa, Gutiérrez,
Ramos, Velarde, Soto, Heredia, Polanco, Mazzoti, Ruiz-Rosas, cautivados por la efervescencia
de todas las razas o Todas las Sangres de Arguedas o quien sabe, conmovidos por
el presagio de los que estaba por ocurrir en el Perú.
Julio Alexis León
hace un aporte fundamental a la historia reciente de la literatura peruana al
documentar y reunir testimonios de quienes conformaron el movimiento literario más
importante a inicios de la década del 80.
Angel F García-Núñez
New York, Julio,
2019.
Comentarios
Publicar un comentario