CRÓNICA DESDE EL INFIERNO: LOS 13 MUERTOS
“Yo ya no le tengo miedo a nada” dije cuando salí del bar Queirolo y me fui caminando por Jirón Quilca entre borrachos y perros callejeros que husmeaban en la basura. Estaba aturdido de tantos gritos y proclamas de absoluta egolatría, de memorias rebuscadas en recuerdos que la nostalgia había convertido en fábulas. Me levanté y salí tan de prisa que los amigos no pudieron percatarse. En la calle se respiraba una brisa otoñal, era mayo y el pavimento brillaba como si acabara de llover. Caminé hasta la avenida Wilson y volteé hacia La Colmena, allí estaba el edificio Ferrand, con su característica arquitectura semicircular y algunas ventanas tapiadas con ladrillos y otras con cortinas de hule, se podían ver algunas lámparas encendidas en habitaciones que en otras épocas fueron opulentas oficinas de abogados convertidas ahora en tugurios. En la esquina con La Colmena abordé una combi que iba a Comas y San Felipe, a media noche, la garúa empezó puntual, como un partido de fútbol...